El cristianismo de Merkel
Hoy se cerró el largo ciclo de Angela Merkel al frente del Gobierno alemán. En sus 16 años en el poder, su gestión fue tanto criticada como elogiada. No obstante, el balance final parece positivo, tal vez más por el contexto mundial que por la excelsitud de sus cualidades. En realidad, la excanciller solo actuó como debería hacerlo cualquier político con valores democráticos y ética republicana. El problema es que en medio de un concierto global de liderazgos decadentes, que lindan entre la vanidad, el autoritarismo, la ignorancia y la corruptela, una política correcta brilla. El liderazgo de Merkel ha tenido que lidiar con la ola populista de extrema derecha (Trump, Bolsonaro, Johnson, Duterte, Orbán, Modi, etc.) como con los dos autoritarismos más potentes del mundo (la Rusia de Putin y la China de Jinping) en medio de los peores años para el internacionalismo y la democracia. A pesar de ello, siendo una política conservadora, supo además distinguir claramente entre la paja y el trigo, y se negó rotundamente a avalar a la ultraderecha, tanto en Alemania como en el mundo. Una lección para el resto de las derechas que se dicen democráticas, muchas de las cuales han cedido o se han subido a la ola filofascista que amenaza al mundo. Como los republicanos gringos o Vargas Llosa. Merkel quedará tal vez como la última líder conservadora mundial leal a los valores humanistas de la democracia liberal. Pero con una derecha mundial cada vez más desquiciada, es probable que Merkel sea no solo una excepción sino hasta un contraejemplo. En realidad, para los afiebrados seguidores de Bolsonaro, Kast o López Aliaga, Merkel parecerá casi una comunista, a pesar de ser una mujer de valores tradicionales y una fe cristiana muy profunda. Esto último suele ser aprovechado, además, por los sectores fundamentalistas para apropiarse del simbolismo de su imagen pero apartándose de su praxis política.
Efectivamente, a lo largo de los últimos años, he encontrado decenas de artículos en medios cristianos resaltando la fe de Merkel, al punto de hacerle decir lo que no dijo. Por ejemplo, en las redes sociales se ha divulgado falsamente la frase "Europa debe volver a Dios y a la Biblia" como si fuera suya. En los medios ultraconservadores, la han querido convertir en una versión germánica del bolsonarismo, cuando en realidad su cosmovisión cristiana está más cerca a la del Papa Francisco. Es que el cristianismo de Merkel, hija de un pastor luterano y miembro fiel de la Iglesia Evangélica de Alemania, no es fundamentalista ni premoderno. Por el contrario, como científica, ha mostrado que la fe y la ciencia, la espiritualidad y la racionalidad son dimensiones que se complementan en la vida de los creyentes. En una entrevista dada a un medio alemán el 2015 declaró lo siguiente: "Mi fe me permite cuestionar críticamente muchas cosas. De hecho, Jesucristo también examinó críticamente todo lo existente, y nunca estuvo satisfecho con las condiciones existentes, ni seculares ni religiosas". Su perspectiva sobre el Cristo de los Evangelios es crítica y humanista.
Desde esa mirada de la fe, no sorprende su postura ante la migración, los derechos humanos y las minorías. Una postura cautelosa y hasta contenida diríamos. Se demoró en respaldar el matrimonio igualitario y se declaró feminista tardíamente. No es Obama pues. Pero lo importante es que asumió esos asuntos tabúes para las derechas religiosas del mundo no como una imposición secular o "marxista", sino como actos coherentes con su fe. Cuando le preguntaron sobre el núcleo del mensaje de Jesús dijo que era "distinguir lo esencial de lo no esencial, mirando al ser humano. Y dejar claro que todos tenemos dignidad, incluso aquellos a los que calificamos de impuros, y no lo son. Por eso vale la pena vivir". Concuerdo con ella. Vale la pena vivir y luchar por eso. Porque para los cristianos, la defensa de los derechos de las personas, sea cual sea su condición, no debe asumirse como una imposición laica y menos una contradicción a la fe, sino más bien como una postura consecuente con ella. Defendemos los derechos de todos y todas no a pesar de nuestra fe, sino justamente debido a ella. Hasta una cristiana conservadora como Merkel lo entendió. ¿Por qué no lo entienden muchos de los creyentes conservadores que la promocionan como ejemplo de política cristiana?