#ElPerúQueQueremos

El secuestro de los símbolos patrios

La apropiación fujimorista de los símbolos nacionales en la campaña electoral

Publicado: 2021-06-30

Uno de los aspectos llamativos en la campaña del bolsonarismo el 2018 fue su apropiación de los emblemas nacionales brasileños. El día de su asunción al mando, Bolsonaro sacó una bandera brasileña de sus bolsillos y dijo lo siguiente: “Esta es nuestra bandera, que jamás será roja. Solo será roja, si es necesario, con nuestra sangre para mantenerla verde y amarilla". El proceso de fusionar la identidad de su movimiento político ultraderechista con los símbolos patrios del Brasil parecía completarse. La verdeamarela, los colores emblemáticos de la selección de fútbol brasileña ahora simbolizaban el nuevo orden bolsonarista. Tal fue su “éxito”, que hace dos años, el escritor João Carlos Assumpção inició una campaña para que la selección cambiara los colores de su camiseta. Tuvo bastante acogida. “Siempre pensé que nuestra bandera y nuestros colores tenían una gran belleza, pero ahora simbolizan la intolerancia, la ignorancia política, incluso el fascismo", decía entonces uno de sus seguidores.

La apropiación, o más bien el secuestro, de los símbolos nacionales se ha convertido en una de las características del populismo ultraderechista actual: Trump, Orbán, Abascal, Le Pen, Salvini, etc. Un secuestro simbólico y visual que les sirve de marco para escenificar la fusión entre nacionalismo, conservadurismo y culto a la personalidad. Así, la patria deja de ser un concepto que abraza las diversidades de la comunidad nacional para convertirse en un fetiche partidario que busca uniformizar, someter y excluir. Para el trumpismo radical, el gorro de Make America Great Again es la nueva identidad de un “buen patriota”. Los que no son como ellos, no son auténticos “americanos”, si no es que enemigos de la patria. Este sentido retorcido de lo patriótico no busca la unidad o la armonía, sino la exclusión y la división. Es la metodología que ha aplicado el fujimorismo en esta campaña.

Desde hace semanas, Keiko y sus seguidores han cambiado su clásico naranja partidario por la rojiblanca. A lo Bolsonaro. No para unir, como cínicamente afirman. Más bien para marcar líneas irreductibles de división ante el “peligro comunista”. Para “desperuanizar” al rival. En la marcha de las 4x4 apenas si asomaba una bandera naranja. Es que los neofujimoristas de las clases acomodadas no usarían jamás el naranja. Por desprecio o por vergüenza ¿Se imaginan a Bruce, Barnechea o Cateriano usando polos naranjas? Deben haber sentido arcadas solo de imaginarse con un color asociado al vínculo clientelar del fujimorismo con ciertos sectores populares. La rojiblanca les cayó a pelo. Tiene sentido entonces la enorme inversión para que algunos jugadores de la selección se alinearan con el bolsonarismo criollo.

Algunos dirán que en las marchas antifujimoristas también se usa la bandera. Efectivamente. Pero no para monopolizarla o convertirla en símbolo esencializador de su lucha, sino para evidenciar una fuente simbólica de inspiración. Es que un sano patriotismo se expresa a través del apego y el respeto a los símbolos que unifican a esa comunidad imaginada (Anderson) que llamamos nación. Se sacralizan en los rituales de la república, inspiran las causas éticas de la ciudadanía y tiñen de comunidad los rasgos que nos singularizan o que refuerzan nuestra autoestima colectiva: el deporte, la comida, la historia o la cultura. Son formas constructivas de apropiación. Pero apropiarse de esos símbolos para convertirlos en fetiche partidario o sectario es más bien una especie de secuestro. Como también lo hace la ultraderecha religiosa cuando encarcela la fe o a Dios en las celdas de su ideología. Más grave aún cuando el secuestrador es una organización criminal disfrazada de partido político, y que representa todo lo que agrede a la república: corrupción, discriminación, crimen, ilegalidad, violencia, etc. Un secuestro que profundiza la división de lo nacional. Mientras que antes nos emocionaba a todos, de izquierda o de derecha, ver la rojiblanca entrar a la cancha, ahora nos traerá el recuerdo de esta etapa triste. El fujimorismo manchó hasta las ilusiones que nos hermanaban.


* Columna publicada originalmente el 3 de junio del 2021 en mi muro de Facebook.


Escrito por

Juan Fonseca

Historiador, editor y docente universitario. Interesado en reflexionar sobre la religión, la política, la historia y las sexualidades.


Publicado en