El caso Santana y el debate sobre el enfoque de género
El caso Santana evidencia la enorme ignorancia sobre el género y la sexualidad que existe en muchas iglesias cristianas. Según el seudoevangelio de Santana, la disfunción eréctil se cura con oración, el tener “concubinas” es aceptable para algunos elegidos y que es tolerable que un hombre casado golpee a su esposa hasta cuatro veces. Es el mismo sujeto que hace dos años, cuando firmó el pacto conservador con Keiko, dijo que el el sida y las ITS son culpa de la homosexualidad y que el enfoque de género iba a “homosexualizar” a los niños. Y lo dijo ante la elite fundamentalista, incluyendo a los Rosas y los Hornung, que lo aplaudieron entusiastamente, y que ahora están calladitos. Las extravagancias del “apóstol” Santana, que se viste de ekeko para recibir los billetes de sus fieles, no pasarían de lo anecdótico si no fuera porque el crecimiento de su poder. Sus sermones, que son discursos esperpénticos basados en una exégesis burda, ponen en peligro a las miles de mujeres que asisten a sus iglesias, adoctrinadas para no denunciar abusos porque el “apóstol” así lo dispone. Y también a las niñas, niños y adolescentes, que construyen sus relaciones consigo mismos y con los demás basándose en conceptos errados sobre la sexualidad y las relaciones de género.
Dentro de estructuras religiosas tan jerárquicas y dictatoriales, como Aposento Alto o el MMM, personajes como Santana o González son una amenaza real porque basan su poder en un modelo de cristianismo que empequeñece a las personas, las convierte en infantes eternos, incapaces de pensar por sí mismos y decidir con autonomía. No digo que sea el caso de todas las comunidades de fe, pues también existen las que se oponen a ese modelo autoritario y que forman a las personas con cierta actitud crítica. Mi propia formación personal se dio en una de ellas. Se puede ser creyente y crítico a la vez. La fe y la razón no son incompatibles. Pero noto con preocupación cómo el modelo de los Santanas o los González se expande en los espacios evangélicos a través de muchos pastores que buscan ser émulos de estos personajes nefastos. Lo peor de todo es que nunca les falta seguidores. Y no es un problema estrictamente evangélico. El Sodalicio en el mundo católico es el ejemplo más claro de cómo los movimientos religiosos con estructuras verticales y caudillistas pueden ser un peligro para sus propios miembros cuando en la cúspide se asientan psicópatas como Figari.
Algunos dirán que lo que ocurre dentro las iglesias es un problema interno. Que los fieles se las vean con los monstruos que ellos mismos alimentan. El problema es que desde hace unos años son justamente estos monstruos, los peores rostros del cristianismo, los que han salido de sus templos para invadir calles, plazas, redes, medios y partidos para oponerse al enfoque de género en la educación y reclamar su “derecho” de educarlos ellos mismos. Y lo han hecho con la misma saña con la que han construido sus imperios religiosos: mintiendo, manipulando y distribuyendo ignorancia. Y actúan en la esfera pública con la misma hipocresía que aplican en sus espacios religiosos. Dicen defender a la familia, pero golpean sus esposas y también a las “concubinas”. Dicen defender a los niños, y encubren a quienes los violan. Dicen defender la vida, pero no les importa la muerte de las mujeres o de los lgbt. Dicen defender los valores, y viven robando a sus fieles.
Los jueces que ahora tienen en sus manos la permanencia del enfoque de género en el Curriculo Nacional deberían estar atentos a los videos de Santana y similares. Tal vez entonces se den cuenta de cuán peligroso es dejar la formación ética de los escolares del Perú en manos de sujetos como él y de los miles que piensan como él.