López Obrador y el conservadurismo evangélico
Extrañas alianzas en las elecciones presidenciales mexicanas
Se aproximan las elecciones en México. Lo que más me ha llamado la atención son las inéditas alianzas construidas entre grupos que antaño estaban en las antípodas: ¿el PAN con el PRD? ¡el PRI con el Partido Verde! Pero la alianza más extraña ha sido la que propició López Obrador (AMLO) con el Partido Encuentro Social (PES). El PES es un partido pequeño que no aporta mucho electoralmente (le daban entre el 3 al 4 %). Por ello, la alianza ha sido un gran negocio para la ultraderecha evangélica. Ganarán mucho más de lo que realmente representan en el espectro electoral mexicano y de la mano de quien supuestamente representa la agenda de los excluidos. Así, lo que al parecer va a triunfar en las próximas elecciones mexicanas no es una opción progresista sino una alianza populista "progre-conservadora", encabezada por un izquierdista “pragmático” como López Obrador ¿Qué gana AMLO con esta alianza? Aparentemente no mucho, pues presumo que podría haber alcanzado la victoria sin la necesidad de aliarse con el PES. El desprestigio de los partidos tradicionales mexicanos lo ha ayudado bastante.
El meollo del asunto es que, como lo han anotado muchos analistas mexicanos, AMLO es en realidad un conservador social para quien hay “problemas más urgentes” que los derechos de las minorías y que no es el único izquierdista que piensa así. El problema es que para los fundamentalistas oponerse a los derechos civiles es lo más urgente, no importa si se alían con la izquierda y la derecha. En cuanto lleguen al Gobierno, cobrarán la factura poniendo a marchar la aplanadora legislativa para eliminar o entorpecer los avances sociales logrados en la legislación mexicana en los últimos años. Tal como lo están haciendo los fundamentalistas evangélicos con el fujimorismo en el Perú. Una jugada política maestra para ellos, que muestra cuánto han aprendido sobre cómo hacer política en nuestras precarias democracias latinoamericanas. Tal vez eso falta entre las filas de los movimientos que defienden los derechos de las mujeres y las minorías sexuales: comprender que para avanzar no hay que confiar siempre en la izquierda, que no hay que descartar siempre el eventual apoyo de la derecha y, sobre todo, que hay que hacer política más allá de los contextos electorales y de las calles.
Por lo pronto, la casi segura victoria de AMLO en México parece que será celebrada por la izquierda latinoamericana, pero también por el fundamentalismo religioso. Extraña celebración en la que los únicos excluidos serán aquellos sectores minoritarios (mujeres, lgbt) que están entre los que más sufren la discriminación y la violencia. Y una izquierda que excluye a las minorías excluidas pierde liderazgo moral para seguir encarnando la representatividad de los pobres.